VIDA DE ORACIÓN

sábado, mayo 27, 2006

Rosario
Misterios Escolapios

Jose P. Burguês

El Papa Juan Pablo II tuvo la buena idea de añadir los Misterios Luminosos a los tres grupos de misterios tradicionales, y con ello ocasionó una reacción de sorpresa por un lado (¿se pueden cambiar las devociones tradicionales seculares?), pero por otro lado nos invitó a mirar de otro modo el Rosario, como algo más vivo, más conectado al evangelio y a nuestra propia experiencia.

Entonces a uno se le ocurre que aún quedan muchos más misterios que descubrir y meditar en la vida de Jesús. Y piensa, con un poco de creatividad, que uno podría, al recitar el rosario elegir los misterios que más le convinieran en ese particular momento. Y, por qué no, una particular comunidad podría inspirarse en el evangelio para componer otro grupo de misterios que reflejaran el interés, la sensibilidad, la identidad de ese grupo particular. Una aportación de ese tipo podría ser considerada como un elemento más que ayudara a configurar la espiritualidad propia.

Con esa idea propongo los “Misterios Escolapios” del Rosario. A mí me ayudan a entender mejor la vida y las enseñanzas de Jesús, viéndolas desde la perspectiva de nuestro carisma escolapio. Si a otros les puede servir personal o pastoralmente, tanto mejor. No voy a explicar ampliamente lo que propongo. No hace falta mucha teología para entender una devoción. Estos serían los ME:

1. Jesús enseña a las multitudes.

Repetidamente. En la montaña, junto al lago. Jesús era considerado un maestro por sus oyentes, Y tenía una buena formación en el Antiguo Testamento. Sabía usar todo tipo de recursos en su enseñanza. Podemos leer en los evangelios discursos, parábolas, conversaciones particulares.

2. Jesús cura a los enfermos.
Cada vez que alguien se acercaba a él con fe para pedir una curación, se la concedía. Jesús es un hombre de compasión, atento a las necesidades de la gente, y especialmente de los más necesitados, de los excluidos, de los que contaban poco a los ojos de la gente de su tiempo.

3. Jesús acoge a los niños.
Se trata de algo novedoso, prestar atención a un grupo de edad que era estimado en poco. Y este es el rasgo esencial de nuestro carisma escolapio. Una acogida cariñosa, que va más allá de la simple atención profesional del maestro o del médico.

4. Jesús se retira a orar.
Debió llamar la atención esta acción de Jesús, repetida, para que los evangelistas decidieran contarla. Y es que la acción sin contemplación se agota, queda estéril. Incluso el Hijo de Dios necesitaba tiempo de oración.

5. Jesús envía a sus discípulos a enseñar a todas las naciones.
No quiere que se queden tranquilos en su ciudad, en su comunidad, sino que los envía con una misión. Y cada uno de nosotros somos enviados hoy, a cumplir el mismo encargo de Jesús. Aunque han pasado dos milenios, la tarea de proclamar el evangelio se encuentra aún en sus comienzos.