VIDA DE ORACIÓN

miércoles, febrero 25, 2009

Aplicación de sentidos en la oración

Gentileza:
P. Luciano Gil Japón, jesuita
P. Francesc Mulet, escolapio

En la contemplación evangélica, nos acercamos a la escena y al misterio en ella relatado por medio de los sentidos de la vista y del oído (ver las personas, oír lo que hablan).

La aplicación de los otros sentidos tendrá lugar conforme volvamos sucesivamente a la escena, por medio de repeticiones que nos ayuden a pasar desde lo global a la particular, del exterior al interior, de la inteligencia al cuerpo y al corazón.

En efecto, por medio de los cinco sentidos, pasamos de lo más lejano a, lo más cercano: vemos lo que todavía no llegarnos a escuchar (una persona a lo lejos, sin ruido de pasos), escuchamos lo que todavía no llegamos a oler, olemos antes de poder tocar (una flor, un plato) y el saborear nos hace estar más cerca todavía que el tocar Vamos pasando de lo más exterior a lo más íntimo.

Lo mismo se diga de los sentidos interiores al contemplar las realidades espirituales.

Esta comprensión interior e intuitiva del misterio contemplado, hecha en la fe y gracia del Espíritu, se apoya en el trabajo (de la imaginación, de los sentidos) y en la pasividad (recibo lo que está oculto/revelado en la escena). El misterio toma cuerpo.

Modo de proceder

* Preparar mi tiempo de oración; sobre un texto ya contemplado. La mirada sobre las personas, la escucha de sus palabras o el sentir internamente me han introducido ya al interior de la escena.

* Entrar en la oración de manera habitual: imaginar el lugar por el que deseo entrar y seguir una vez más el camino que va de lo más exterior a lo más interior.

* Entro en lo que veo, y lo que veo entra en mí.

* Dejo que lleguen a mis oídos interiores las palabras, el silencio. Trato con paz de acercarme cada vez más a la interioridad del misterio a través de los aspectos concretos de la escena.

* Siento, toco, saboreo como si estuviese presente: los objetos, la atmósfera, la “infinita suavidad y dulzura” de la divinidad, según la persona que contemplo.

* Me demoro en este conocimiento interior, a veces sensible, pero respetuoso del Señor. “Tocar con el tacto, así como abrazar y besar los lugares donde las tales personas pisan y se asientan, siempre procurando de sacar provecho de ello” (EE n° 125)

* Puedo permanecer, gratuitamente, en esta relación profunda y sencilla con el misterio de Dios que se entrega a mí en esta escena. Saboreando lo que me es concedido, disponible y abierto, sin echar mano al don.

* Recojo por medio de los sentidos lo que aflora de esta escena.

* Termino concretamente: una expresión personal al Señor, una acción de gracias o una oración de la Iglesia.

Como dice san Juan de la Cruz hablando de la contemplación en relación a la meditación:

“La diferencia que hay entre ir obrando y gozar ya de la obra hecha, y la que hay entre ir recibiendo y aprovechándose ya del recibo, o la que hay entre el trabajo de ir caminando y el descanso y quietud que hay en el término; que es también como estar guisando la comida o estar comiéndola y gustándola ya guisada”

(“La Subida al monte Carmelo” L.2. C.14. n° 7)

Algunos puntos importantes

* No se trata de buscar sensaciones, sino de buscar al Señor y de sacar provecho.

* La oración contemplativa esta llamada a dar frutos en la vida cotidiana: estos son prueba de autenticidad de mi oración. Si mis gustos de Dios me llevan a evadirme del camino de la Iglesia y del mundo, ¿no habré confundido los efectos de mi sensibilidad con la verdad divina?

* La imaginación espiritual recibe pero no violenta. No se deja llevar de lo imaginario. En el corazón de la oración contemplativa se vive una cierta castidad y desprendimiento. Estar siempre “puramente ordenado en servicio y alabanza de su divina majestad...”

* El conocimiento interno que obtengo en ella queda verificado y autenticado por el que ha sido revelado por el Señor a la Iglesia y que profesamos en la fe.

¿Por qué aplicar nuestros sentidos a una escena bíblica?

Orar con los sentidos sobre una escena bíblica tiene su fundamento en la fe:

* El Verbo ha tomado carne y cuerpo. Su palabra viva no puede llegar hasta nosotros fuera de nuestras facultades humanas, incluso corporales, a través de las cuales captamos las realidades espirituales.

* La aplicación de sentidos es señal de una oración simplificada, que ha llegado al corazón. Si es verdadera, nos dará paz, humildad y sencillez; si forzada, nos cansara y se desviara.

* Las repeticiones y la aplicación de sentidos nos unifican poco a poco. La persona entera se “recoge” hacia lo esencial y “coge” (1) un fruto maduro.

* Dios responde en ella a la petición de la gracia: “conocimiento interno del Señor para que más le ame y le siga”.


1 El juego de palabras es agudo. Esperamos que pueda también ser apreciado por los lectores latinoamericanos. (Nota del traductor)

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Examen de conciencia

Examen de conciencia cuaresmal propuesto por el nuevo Ritual Romano de la Penitencia, con miras a la preparación de la confesión sacramental. (adaptado por Bertrand de Margerie SJ.)

FRENTE A DIOS

1) ¿Recurro al Sacramento de la Penitencia en virtud de un deseo sincero de purificación, de conversión, de renovación y de amistad más profunda con Dios, o tal vez lo considero como un peso a llevar raramente?

2) ¿He olvidado u omitido expresamente en mis confesiones precedentes algunos pecados graves?

3) ¿He cumplido con la satisfacción impuesta por el confesor? ¿He reparado las injusticias eventualmente infligidas a terceros? ¿Me he esforzado en practicar las resoluciones tomadas con miras a reformar mi vida según el Evangelio?

4) El Señor Jesús dijo: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón” (Mt. 22,37). ¿Mi corazón se orienta hacia Dios hasta el punto de amarlo sobre todas las cosas, en fiel observancia de los mandamientos, como un hijo ama a su padre? .O Bien estoy más preocupado por las cosas temporales. ¿En mi obrar, es recta mi intención?

5) ¿Mi fe en Dios - quien nos habló por su Hijo - es firme? ¿Me he adherido firmemente a la doctrina de la Iglesia? ¿Me he preocupado permanentemente por mi formación cristiana, de escuchar la Palabra de Dios, de participar en una catequesis superior, de evitar todo lo que daña a la fe? He profesado siempre vigorosamente y sin temor la fe en Dios y en su Iglesia. ¿Me he mostrado cristiano tanto en la vida privada como en la pública?

6) ¿He rezado mañana y tarde? ¿Es mi oración una verdadera conversación del espíritu y del corazón con Dios o es solamente un rito exterior? ¿He ofrecido a Dios trabajos, alegrías y dolores? ¿He recurrido a Él en las tentaciones?

7) ¿Respeto y amo el Nombre de Dios? ¿He ofendido a Dios con blasfemias o con falsos juramentos o pronunciando su Nombre de manera vana? ¿He faltado al respeto debido a la Santísima Virgen María y a los Santos?

8) ¿Santifico los Domingos y las fiestas de la Iglesia participando activamente, con atención y piedad en el culto litúrgico, especialmente en la Misa? ¿He observado los mandamientos relativos a la confesión anual y a la comunión Pascual?

9) ¿Tengo, tal vez, otros dioses, con los cuales soy más cuidadoso o en cuales tengo más confianza que en Dios, como el dinero, supersticiones, espiritismo y otras prácticas mágicas?


FRENTE AL PRÓJIMO

10) ¿Abuso de mis hermanos utilizándolos para mis fines o actuando con ellos de una manera que no quisiera para mí? ¿He escandalizado con malas palabras o con malas acciones?

11) En la vida familiar:

Hijo o hija.
¿He obedecido a mis padres, los he honrado o ayudado en sus necesidades espirituales o materiales?

Padre.
¿He sido cuidadoso con la instrucción y la educación cristiana de mis hijos, de ayudarlos con mi buen ejemplo y por el ejercicio de mi autoridad?
Esposo.
¿He sido fiel de corazón y de conducta?

12) ¿Reparto mis bienes con aquellos que son más pobres que yo? ¿He defendido, en tanto me fuera posible, a los oprimidos, y ayudado a quienes se encuentran en la miseria? ¿He despreciado a los débiles, a los ancianos, o a los extranjeros?

13) ¿Recuerdo la misión recibida en la confirmación? ¿He participado en la vida de mi parroquia, en las obras de apostolado y de caridad de la Iglesia? ¿He acudido en auxilio de sus necesidades? ¿He rezado por la unión de todos dentro de unidad de la Iglesia, por la evangelización de los pueblos, por la paz y justicia entre ellos?

14) ¿Me preocupo del bien y de la prosperidad de la comunidad en la que vivo? ¿He promovido, especialmente, la honestidad de las costumbres, la concordia y la caridad? ¿He cumplido mis deberes cívicos (electorales)?. ¿He pagado mis impuestos?

15) ¿En mi ejercicio profesional he sido justo, activo, honesto, y servicial? ¿He pagado un salario justo a mis obreros o empleados? ¿He cumplido las promesas y condiciones contractuales?

16) ¿He obedecido y respetado a las autoridades legítimas?

17) ¿Si tuve una responsabilidad o ejercí alguna autoridad, lo hice con espíritu de servicio y por el bien de los otros?

18) ¿He causado daño al prójimo y he sido injusto con él por juicios o teniendo sospechas temerarias, con maledicencias, calumnias o violación de secretos?

19) ¿He violado la integridad física, la vida, la reputación, el honor del prójimo? ¿He dañado o me he apropiado de sus bienes? ¿He sugerido, persuadido o procurado un aborto? ¿Odio a alguien? ¿Estoy alejado del resto por riñas, insultos, cólera o enemistad? ¿He sido culpable de negarme a dar testimonio de la inocencia del prójimo?

20) ¿He deseado de manera injusta o desordenada el bien ajeno o lo he robado? ¿He dañado a sus propietarios? ¿He sido cuidadoso en restituir el bien ajeno y en reparar el perjuicio causado?

21) Si mis derechos fueron vulnerados, ¿he estado listo al perdón, a la reconciliación y a la paz, por amor a Cristo, o he conservado voluntariamente el odio y el deseo de venganza?


III CRISTO, EL SEÑOR A DICHO: “AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO”

22) ¿Cuál ha sido la orientación fundamental de mi vida? ¿He sido animado por la esperanza de la vida eterna? ¿He tenido cuidado de progresar en la vida espiritual mediante la oración, por le lectura y la meditación de la Palabra de Dios, por la participación en los Sacramentos, y por la penitencia? ¿He tenido cuidado de dominar mis inclinaciones y pasiones malas, mis vicios como la envidia, la glotonería, el alcoholismo, y la propensión a las drogas? ¿O aquellas como la vanidad y el orgullo? ¿Me he exaltado frente a Dios? ¿He despreciado al prójimo? ¿Me he considerado superior en todo frente a los otros? ¿He querido imponerles mi voluntad, ignorando sus derechos y su libertad?

23) ¿He empleado los dones recibidos de Dios (“los talentos”), como el tiempo y la fuerza, para perfeccionarme a mí mismo? ¿He sido perezoso?

24) ¿He soportado con paciencia las contradicciones, penas y dolores? ¿He observado la ley del ayuno y de la abstinencia (miércoles de ceniza para el primero y los viernes de cuaresma para la segunda? ¿He observado la ley divina de la penitencia cada viernes (haciendo el Vía Crucis, por ejemplo)?.

25) ¿He conservado mis sentidos y todo mi cuerpo en el pudor y la castidad? ¿He recordado que mi cuerpo (por el bautismo) es un templo del Espíritu, destinado a la resurrección gloriosa? ¿He manchado mi carne con malos pensamientos, malas palabras y malos deseos; por miradas o actos indignos e impuros? ¿He buscado o aceptado lecturas, conversaciones y espectáculos contrarios a la castidad? ¿He inducido a los otros al pecado? ¿He observado la ley moral en la práctica matrimonial?

26) ¿He actuado contra mi conciencia por temor o hipocresía?

27) ¿Soy esclavo de tal o cual pasión?


APÉNDICE I
Todo pecado grave debe ser acusado en número y especie: por ejemplo, “he pecado cinco veces de desear impuramente a una persona casada, o “en faltado tres veces a la Misa dominical sin justificación seria”.

APÉNDICE II
Complemento a las preguntas 12, 14 y 15 a la luz del examen de conciencia social propuesto por BERTRAND DE MARGERIE SJ. En SACREMENTS ET DEVELOPPEMENT INTÉGRAL (Paris, Téqui, 1977, cap. IV).

28) ¿Tengo la costumbre de hacer mi propia contabilidad? ¿He rendido cuentas a mí mismo, a los otros y a Dios del uso del dinero?

29) ¿He tomado en cuenta, en mis inversiones, las necesidades urgentes de los países subdesarrollados o de los sectores menos desarrollados de la economía nacional?

30) ¿Me he embolsado mis dividendos sin preguntarme si lesionaban o no los derechos de terceros)? ¿No Tengo -en este caso- la obligación de restituir a los terceros en la medida de la violación de sus derechos? ¿He pensado en unirme a otros accionistas para defender, en las asambleas generales, a los obreros de la empresa y a los consumidores?

31) ¿Soy miembro de una organización profesional?

32) ¿Que he hecho, que hago o qué puedo hacer para transformar mi medio profesional en una verdadera comunidad de personas?

33) Si mis empleados son padres y madres de familia, ¿reciben - en la medida de lo posible- un salario familiar?

34) ¿Tengo la costumbre de consultar (mediante un mecanismo previamente dispuesto) a los obreros de mi empresa respecto de los problemas de su gestión, con el fin de que tengan voz en el asunto y de que tomen conciencia de participar en mis responsabilidades?

(Estas preguntas están inspiradas en recientes encíclicas sociales de los Papas)

Traducido del francés por José Gálvez Krüger
ACI Prensa

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