Aplicación de sentidos en la oración
Gentileza:
P. Luciano Gil Japón, jesuita
P. Francesc Mulet, escolapio
En la contemplación evangélica, nos acercamos a la escena y al misterio en ella relatado por medio de los sentidos de la vista y del oído (ver las personas, oír lo que hablan).
La aplicación de los otros sentidos tendrá lugar conforme volvamos sucesivamente a la escena, por medio de repeticiones que nos ayuden a pasar desde lo global a la particular, del exterior al interior, de la inteligencia al cuerpo y al corazón.
En efecto, por medio de los cinco sentidos, pasamos de lo más lejano a, lo más cercano: vemos lo que todavía no llegarnos a escuchar (una persona a lo lejos, sin ruido de pasos), escuchamos lo que todavía no llegamos a oler, olemos antes de poder tocar (una flor, un plato) y el saborear nos hace estar más cerca todavía que el tocar Vamos pasando de lo más exterior a lo más íntimo.
Lo mismo se diga de los sentidos interiores al contemplar las realidades espirituales.
Esta comprensión interior e intuitiva del misterio contemplado, hecha en la fe y gracia del Espíritu, se apoya en el trabajo (de la imaginación, de los sentidos) y en la pasividad (recibo lo que está oculto/revelado en la escena). El misterio toma cuerpo.
Modo de proceder
* Preparar mi tiempo de oración; sobre un texto ya contemplado. La mirada sobre las personas, la escucha de sus palabras o el sentir internamente me han introducido ya al interior de la escena.
* Entrar en la oración de manera habitual: imaginar el lugar por el que deseo entrar y seguir una vez más el camino que va de lo más exterior a lo más interior.
* Entro en lo que veo, y lo que veo entra en mí.
* Dejo que lleguen a mis oídos interiores las palabras, el silencio. Trato con paz de acercarme cada vez más a la interioridad del misterio a través de los aspectos concretos de la escena.
* Siento, toco, saboreo como si estuviese presente: los objetos, la atmósfera, la “infinita suavidad y dulzura” de la divinidad, según la persona que contemplo.
* Me demoro en este conocimiento interior, a veces sensible, pero respetuoso del Señor. “Tocar con el tacto, así como abrazar y besar los lugares donde las tales personas pisan y se asientan, siempre procurando de sacar provecho de ello” (EE n° 125)
* Puedo permanecer, gratuitamente, en esta relación profunda y sencilla con el misterio de Dios que se entrega a mí en esta escena. Saboreando lo que me es concedido, disponible y abierto, sin echar mano al don.
* Recojo por medio de los sentidos lo que aflora de esta escena.
* Termino concretamente: una expresión personal al Señor, una acción de gracias o una oración de la Iglesia.
Como dice san Juan de la Cruz hablando de la contemplación en relación a la meditación:
“La diferencia que hay entre ir obrando y gozar ya de la obra hecha, y la que hay entre ir recibiendo y aprovechándose ya del recibo, o la que hay entre el trabajo de ir caminando y el descanso y quietud que hay en el término; que es también como estar guisando la comida o estar comiéndola y gustándola ya guisada”
(“La Subida al monte Carmelo” L.2. C.14. n° 7)
Algunos puntos importantes
* No se trata de buscar sensaciones, sino de buscar al Señor y de sacar provecho.
* La oración contemplativa esta llamada a dar frutos en la vida cotidiana: estos son prueba de autenticidad de mi oración. Si mis gustos de Dios me llevan a evadirme del camino de la Iglesia y del mundo, ¿no habré confundido los efectos de mi sensibilidad con la verdad divina?
* La imaginación espiritual recibe pero no violenta. No se deja llevar de lo imaginario. En el corazón de la oración contemplativa se vive una cierta castidad y desprendimiento. Estar siempre “puramente ordenado en servicio y alabanza de su divina majestad...”
* El conocimiento interno que obtengo en ella queda verificado y autenticado por el que ha sido revelado por el Señor a la Iglesia y que profesamos en la fe.
¿Por qué aplicar nuestros sentidos a una escena bíblica?
Orar con los sentidos sobre una escena bíblica tiene su fundamento en la fe:
* El Verbo ha tomado carne y cuerpo. Su palabra viva no puede llegar hasta nosotros fuera de nuestras facultades humanas, incluso corporales, a través de las cuales captamos las realidades espirituales.
* La aplicación de sentidos es señal de una oración simplificada, que ha llegado al corazón. Si es verdadera, nos dará paz, humildad y sencillez; si forzada, nos cansara y se desviara.
* Las repeticiones y la aplicación de sentidos nos unifican poco a poco. La persona entera se “recoge” hacia lo esencial y “coge” (1) un fruto maduro.
* Dios responde en ella a la petición de la gracia: “conocimiento interno del Señor para que más le ame y le siga”.
1 El juego de palabras es agudo. Esperamos que pueda también ser apreciado por los lectores latinoamericanos. (Nota del traductor)
P. Luciano Gil Japón, jesuita
P. Francesc Mulet, escolapio
En la contemplación evangélica, nos acercamos a la escena y al misterio en ella relatado por medio de los sentidos de la vista y del oído (ver las personas, oír lo que hablan).
La aplicación de los otros sentidos tendrá lugar conforme volvamos sucesivamente a la escena, por medio de repeticiones que nos ayuden a pasar desde lo global a la particular, del exterior al interior, de la inteligencia al cuerpo y al corazón.
En efecto, por medio de los cinco sentidos, pasamos de lo más lejano a, lo más cercano: vemos lo que todavía no llegarnos a escuchar (una persona a lo lejos, sin ruido de pasos), escuchamos lo que todavía no llegamos a oler, olemos antes de poder tocar (una flor, un plato) y el saborear nos hace estar más cerca todavía que el tocar Vamos pasando de lo más exterior a lo más íntimo.
Lo mismo se diga de los sentidos interiores al contemplar las realidades espirituales.
Esta comprensión interior e intuitiva del misterio contemplado, hecha en la fe y gracia del Espíritu, se apoya en el trabajo (de la imaginación, de los sentidos) y en la pasividad (recibo lo que está oculto/revelado en la escena). El misterio toma cuerpo.
Modo de proceder
* Preparar mi tiempo de oración; sobre un texto ya contemplado. La mirada sobre las personas, la escucha de sus palabras o el sentir internamente me han introducido ya al interior de la escena.
* Entrar en la oración de manera habitual: imaginar el lugar por el que deseo entrar y seguir una vez más el camino que va de lo más exterior a lo más interior.
* Entro en lo que veo, y lo que veo entra en mí.
* Dejo que lleguen a mis oídos interiores las palabras, el silencio. Trato con paz de acercarme cada vez más a la interioridad del misterio a través de los aspectos concretos de la escena.
* Siento, toco, saboreo como si estuviese presente: los objetos, la atmósfera, la “infinita suavidad y dulzura” de la divinidad, según la persona que contemplo.
* Me demoro en este conocimiento interior, a veces sensible, pero respetuoso del Señor. “Tocar con el tacto, así como abrazar y besar los lugares donde las tales personas pisan y se asientan, siempre procurando de sacar provecho de ello” (EE n° 125)
* Puedo permanecer, gratuitamente, en esta relación profunda y sencilla con el misterio de Dios que se entrega a mí en esta escena. Saboreando lo que me es concedido, disponible y abierto, sin echar mano al don.
* Recojo por medio de los sentidos lo que aflora de esta escena.
* Termino concretamente: una expresión personal al Señor, una acción de gracias o una oración de la Iglesia.
Como dice san Juan de la Cruz hablando de la contemplación en relación a la meditación:
“La diferencia que hay entre ir obrando y gozar ya de la obra hecha, y la que hay entre ir recibiendo y aprovechándose ya del recibo, o la que hay entre el trabajo de ir caminando y el descanso y quietud que hay en el término; que es también como estar guisando la comida o estar comiéndola y gustándola ya guisada”
(“La Subida al monte Carmelo” L.2. C.14. n° 7)
Algunos puntos importantes
* No se trata de buscar sensaciones, sino de buscar al Señor y de sacar provecho.
* La oración contemplativa esta llamada a dar frutos en la vida cotidiana: estos son prueba de autenticidad de mi oración. Si mis gustos de Dios me llevan a evadirme del camino de la Iglesia y del mundo, ¿no habré confundido los efectos de mi sensibilidad con la verdad divina?
* La imaginación espiritual recibe pero no violenta. No se deja llevar de lo imaginario. En el corazón de la oración contemplativa se vive una cierta castidad y desprendimiento. Estar siempre “puramente ordenado en servicio y alabanza de su divina majestad...”
* El conocimiento interno que obtengo en ella queda verificado y autenticado por el que ha sido revelado por el Señor a la Iglesia y que profesamos en la fe.
¿Por qué aplicar nuestros sentidos a una escena bíblica?
Orar con los sentidos sobre una escena bíblica tiene su fundamento en la fe:
* El Verbo ha tomado carne y cuerpo. Su palabra viva no puede llegar hasta nosotros fuera de nuestras facultades humanas, incluso corporales, a través de las cuales captamos las realidades espirituales.
* La aplicación de sentidos es señal de una oración simplificada, que ha llegado al corazón. Si es verdadera, nos dará paz, humildad y sencillez; si forzada, nos cansara y se desviara.
* Las repeticiones y la aplicación de sentidos nos unifican poco a poco. La persona entera se “recoge” hacia lo esencial y “coge” (1) un fruto maduro.
* Dios responde en ella a la petición de la gracia: “conocimiento interno del Señor para que más le ame y le siga”.
1 El juego de palabras es agudo. Esperamos que pueda también ser apreciado por los lectores latinoamericanos. (Nota del traductor)